lunes, 28 de diciembre de 2009
Elogio de la mano. Henri Focillon
Emprendo este elogio de la mano como quien cumple con un deber de amistad. En el momento en que empiezo a escribir veo que las mías solicitan mi espíritu, que tiran de él. Están aquí, estas compañeras incansables, que, durante tantos años, han cumplido su tarea, una manteniendo quieto el papel, la otra multiplicando sobre la página blanca esos pequeños signos apresurados, oscuros y activos. A través de ellas el hombre toma contacto con la dureza del pensamiento. ellas son las que despejan el bloque, le imponen una forma, un contorno y, por la escritura, un estilo.
Son casi seres animados. ¿Sirvientas? Quizá. Pero dotadas de un genio enérgico y libre -rostros sin ojos y sin voz, pero que ven y que hablan. Ciertos ciegos adquieren a la larga tal finura de tacto que son capaces de discernir, tocándolas, las figuras de un juego de naipes, por el espesor infinitesimal de la imagen. Pero los videntes también necesitan sus manos para ver, para completar con el tacto y la posesión la percepción de las apariencias. Tiene su aptitud inscrita en su perfil y en su dibujo: manos finas expertas en el análisis, dedos largos y móviles del pensador, manos proféticas impregnadas de fluidos, manos espirituales, cuya inacción posee gracia y carácter, manos tiernas. la fisiognomía, antaño practicada por los maestros, se hubiera perfeccionado si se hubiera enriquecido con un capítulo sobre las manos. El rostro humano es, sobre todo, un compuesto de órganos receptores. La mano es acción: coge, crea y, a veces, diríase que piensa. En reposo, no son utensilio sin alma, abandonado encima de una mesa o colgando a lo largo del cuerpo: la costumbre, el instinto y la voluntad de la acción meditan en ellas, y no hace falta un raciocinio muy prolongado para adivinar el gesto que van a hacer.
Los grandes artistas han concedido una atención extrema al estudio de las manos. Han percibido su poderosa virtud, ellos, quienes más que los otros hombres viven de ellas. Rembrandt nos las muestra en toda la gama de emociones, tipos, edades, condiciones: mano abierta de asombro, alzada, llena de sombra, contra la luz en un testigo de la gran Resurrección de Lázaro; mano laboriosa y académica del Dr. Tulp, que tiene cogido cogido al extremo de una pinza un haz de arterias en la Lección de anatomia; manos de Rembrandt dibujando; manos formidables de San Mateo escribiendo el evangelio bajo el dictado del ángel; manos de viejo tullido de La estampa de los diez florines, duplicadas por las manoplas grandes e ingenuas que cuelgan de su cinturón. Es verdad que algunos maestros las han pintado práctica con una grande y rara constancia, útil índice antropométrico para las clasificaciones del crítico. ¡pero cuántas hojas de dibujo muestran el análisis, la preocupación de lo irreductible! Sólo esas manos viven con intensidad.
viernes, 25 de diciembre de 2009
Proyecto para Loft Bcn en Girona concluido.
http://www.flickr.com/photos/40673555@N07/sets/72157622902400715/
Hemos finalizado este proyecto. Yo no podía imaginarme el resultado final. Tuve la sensación de haber pintado un cuadro con mi visión justo a un palmo del lienzo. Cuando presencié el trabajo acabado fue muy ilusionante.
martes, 1 de diciembre de 2009
Proyecto de interiorismo Loftbcn en Girona
sábado, 28 de noviembre de 2009
El cosmos de hierro. Gaston Bachelard.
El cosmos del hierro no es un universo inmediato. Para abordarlo hay que amar el fuego, la materia dura, la fuerza. Sólo se le conoce mediante actos creadores, valerosamente educados.
Antes de adentrarse en la forja creadora, Eduardo Chillida probó otros destinos mucho más simples. Quería ser escultor. Siguiendo el aprendizaje clásico, se le pusieron las manos en el barro. Pero, según cuenta, sus manos al punto se rebelaron. Más que moldear, él quería adelgazar. Cómo era necesario aprender a trabajar los espacios sólidos, primero manejó el cincel contra bloques de yeso. ¡Per el yeso no le daba sino delicadezas baratas! La lucha de las manos, él la quiere fina y fuerte. La piedra calacárea y el granito hacen de Chillida un escultor consumado.
¿Pueden esos sueños sobre la dureza progresiva detenerse allí? ¿No es el cincel el vencedor cotidiano de la piedra? El hierro es más duro que el granito. En el límite del ensueño duro, reina el hierro.
Por lo demás, ese gran luchador de las materia duras encuentra que la masa interna de las estatuas conserva una resistencia inatacada. Sueña con una escultura que provoque a la materia en su intimidad. Para Chillida, la escultura de la piedra encierra un espacio más pesado, un espacio que el creador humano no ha dejado sin trabajo. la piedra es ya impotente para ayudarnos a disfrutar del espacio material reanimando las fuerzas esenciales. La piedra es masa, nunca músculos. Eduardo Chillida quiere conocer el espacio de músculos, sin grasa ni pesadez. El ser del hierro es todo músculos. El hierro es fuerza recta, fuerza segura, fuerza esencial. Se puede construir un mundo vivo cuyos miembros sean todos de hierro. Chillida tira el cincel y el mazo. Toma las pinzas y el martillo del herrero.
Fué así como un escultor de hizo herrero.
pero la revolución estética a que nos ha llevado Eduardo Chillida aún exige una decisión mayor. Nos es necesario descargar al hierro de todas sus tareas tradicionales, de todas las obligaciones utilitarias. Con el hierro, el artista no está condenado a hacer "objetos". le es menester hacer "obras", sus obras. Como el color, el hierro tiene derecho a la originalidad. El hierro de Chillida no es el hierro de nadie. Ese herrero singualr en verdad alimenta sueños de hierro, dibuja con hierro, ve con hierro. Y mientras está en mi habitación, contándome sus entusiasmos de trabajador, lo veo aguzar el oído: escucha el hierro propagar su fuerza a través de los espacios domeñados; oye al hierro repetir su fuerza en formas que son como otros tantos ecos materializados. ¡Los ecos! Fue el título que Chillida dio a los cinco anillos amorosamente colocados como los huesecillos de un inmenso oído "externo". Pues el artista alimenta todos esos sueños, sueños de silencio y de musicalidad,, en medio del estrépito de su fragua.
Y he aquí otros más grandes: Chillida quiere que el hierro nos revele realidades aéreas. En el pueblo de la costa vasca donde vive, va a edificar sobre un peñasco frente al mar una antena de hierro que debe vibrar a todos los movimientos del viento. A ese árbol de hierro que hará crecer del peñasco lo llama El peine del viento. Por sí solo, en su pico aislado, el peñasco respondería masivamente a las fantasías de la tempestad. El hierro multiplicado en sus ramales por el martillo soñador dará toda su amplitud a la cabellera del viento.
Otras `piezas aéreas deben ser suspendidas. Dicen sus armonía en todos sus acimuts. Están compuestas con tanta solidez que se olvida el hilo que las sostiene. Una especie de libertad de símbolos está en ellas. Cada soñador puede encerrar allí sus sueños. para mí, esas obras de hierro volante son jaulas-ave, aves-jaula, jaulas que van a remontar el vuelo; pero no obligo a nadie a soñar como yo sueño, a leer como yo leo el destino de esas obras que realizan una síntesis de la sustancia y del movimiento. El movimiento fuerte encontró sus sustancia verdadera con el hierro. Lo seguro es que Chillida despierta la meditación del hierro en libertad.
Por lo demás, en todas las obras de Chillida el hierro impone sus propias iniciativas. La obra se desarrolla sin un plan ni diseños previos. Ese herrero que quiere realizar con toda pureza el ensueño herrero es hostil a toda maqueta. Un modelo en miniatura no sería sino una red de hilos metálicos doblados por dedos perezosos. Sería la negación misma del genio de la fragua.
¡Con qué fervor me cuenta Chillida el crecimiento autónomo de una obra! Hablando revive el diagrama de su trabajo. Tal día trabajó sin cesar el martillo más grande; diez veces se puso la pieza al fuego. Otro día, sobre la punta del yunque, con ademanes leves, y contento de sonar, el martillo forjaba una imagen ligera. ¡Qué diferencia el desprendimiento de chispas a los golpes excesivos y los pequeños cohetes del hierro que oscurece! En esas experiencias siente el herrero todos los dramas -¡tan diversos!- del hierro y el fuego.
Pero llega el momento en que el trabajador sabe que el drama ha concluido, que se han alcanzado las dimensiones de la obra. Se ha conquistado el espacio. Entonces el escultor-herrero está seguro de haber hecho decir al hierro lo que no podía decir la piedra. Ha encontrado el secreto de la solidez desprovista de toda inercia.
Si se estuviera tentado a desigmar esas obras con el nombre general de herrería abstracta, se perdería al punto el beneficio de asombroso estímulo que dan a la imaginación material. Sería juzgar sólo por las formas de las obras hechas a la gloria de la meteria. Aquí, el herrero nos convida a sus largos ensueños sobre la imagen material del hierro. Conoce el alma compleja del hierro. Sabe que el hierro experimenta sensibilidades extrañas. Hierros que se consideran terminados mediante sabias metalurgias siguen viviendo sordamente. Poco a poco reciben quién sabe qué pátina interna que vuelve a salir con la forja ante la violencia del martillo. ¡Pero cuánto más complejos aún son los hierros abandonados! Para las puertas de la basílica franciscana consagrada a la Virgen de Aranzazu, Eduardo Chillida quiso partir de un hierro empobrecido, de un hierro envejecido y abandonado. Martilló el hierro oxidado. Ahora el óxido está inserto en el metal, inofensivo, reconciliado. Está listo para las maravillas de un hierro incorruptible. Aporta valores fauves al gris implacable del metal. Y las puertas son felizmente jóvenes y viejas a la vez, sólidas en el umbral de la nueva iglesia.
Sin duda pasaron aquellos tiempos en que los buenos cuchilleros enterraban largos años el acero que debían trabajar. Sin embargo, todavía se lee en un libro muy positivo dedicado al oficio de cerrajero en la enciclopedia Roret: "El hierro y el acero parecen adquirir calidad mediante una prolongada permanencia lejos de la luz, en lugares oscuros y húmedos...Los herreros que necesitan una pieza de hierro de gran tenacidad emplean de preferencia pedazos de hierro viejo que han permanecido mucho tiempo en un muro, como los goznes de puertas y de rejas...
En España, los buenos cañones de fusil se hacen con viejas herraduras de mulas; por ese motivo las escopetas más estimadas llevan en el cañón el nombre de herraduras".
Las tradiciones y los sueños son consonantes: el verdadero herrero no puede olvidar los sueños primitivos. El ensueño concreto lo domina. Todo en él deviene historia, larga historia. Se acuerda del óxido y del fuego. El fuego sobrevive en el hierro frío. Cada golpe del martillo es una firma. Cuando se participa no sólo en la obra realizada sino en la obra considerada en su fuerza y sus ensueños, se reciben impresiones a la vez tan concretas y tan íntimas que claramente se siente aquí lo ineficaz de las seducciones del arte abstracto.
Así, con el hierro estetizado y ante un cosmos metálico, no sólo se necesita contemplar, hay que participar en el devenir ardiente de una violencia creadora. El espacio de la obra no sólo está geometrizado. Aquí está dinamizado. Se ha martilleado un gran sueño rabioso.
Más, ¿no se encuentran todos esos sueños, sin nosotros saberlo, en nosotros mismos, simples hombres de pálidas manos? ¿No es lo que aquí se nos ofrece un gran sueño de primitivismo humano? Muy lejos, en un pasado que no es el nuestro, viven en nosotros los sueños de la fragua. Es saludable hacerlos revivir. ¡Qué consejo de fuerzas, de fuerzas jóvenes, hay en la obra de Chillida! ¡Qué llamamiento a la energía matutina! ¿Qué cosmos de la mañana vigorosa! Desde que fijé en un rincón de mis libreros tres fotos de las obras de Chillida, me despierto mejor. Al punto estoy más vivo. El trabajo me gusta. Y hasta llego, viejo filósofo que soy, a respirar como un herrero.
viernes, 20 de noviembre de 2009
Eulalia
En el trabajo cada día te enfrentas a problemas que exigen desenvolverte con destreza. Nunca existen unas condiciones perfectas para desarrollar un proyecto. Uno tiene que reinventarse, extraer de sí mismo sus habilidades y recursos. En algunos ámbitos se suele utilizar - con grandilocuencia las palabras excelencia, innovación, y desarrollo. Me enervan tanto estas palabras como las personas que se parapetan tras ellas, casi siempre una burocracia de empresa o funcionarial que adolece de de todo lo contrario. Están vacías de acción y de significado así que las he desterrado de mi vocabulario. A mí me gusta más utilizar las palabras destreza, tenacidad, la astucia, el ingenio. La tenacidad es una palabra que me encanta y es el atributo o la virtud que Homero utiliza repetidamente en la Odisea para describir las gestas de Ulises. Tenacidad-tenaza-fuego...El primer hombre que dominó el fuego fue aquel que invento una tenaza para sostener un tizón ardiente y llevarlo a otro lugar.
Para que las cosas vayan bien en el taller suelo poner nombres propios a mis herramientas como si tuviesen cada una una verdadera personalidad: la herramienta perezosa, la impulsiva, la indolente, la graciosa...así puedo escuchar como se queja si me excedo en mi fuerza...también, pensar en los mitos me ayuda. Los mitos son potencias actuantes, potencias que nos dan estrategias de acción....trabajar el pensamiento y pensar el trabajo...
Aquí Eulalia , mi maquina de corte. No es óptima para el trabajo que estoy realizando ahora, pero con otras piezas he desarrollado y mejorado mi máquina amateur...en algo un poquito más profesional...La cuestión es optimizar tus recursos al máximo.